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Cartografía y pueblos indígenas: ¿geografía poscolonial o neocolonial?
El ejemplo de Chodoy lof mapu en Chile

Un mapa, un territorio: Chodoy lof mapu en el sur de Chile (1). Este mapa apunta más a una reconstitución del pasado que a una realidad contemporánea, en la medida que los territorios indígenas han sido en su mayoría desarticulados por la conquista y la colonización chilena. Da cuenta de un espacio ancestral que se extendía sobre más de 8’300 hectáreas, pero que ha ido disminuyendo considerablemente en el transcurso del tiempo. En 2006, de hecho, sus habitantes mapuche ya no poseían más que el 15% de las tierras dentro de este territorio (1’250 hectáreas). Estas «réservas» indígenas en formato reducido fueron primero amparadas por títulos de propiedad collectiva (títulos de merced), concedidos por el Estado chileno en los inicios del siglo XX. En los años 1980, bajo el régimen de Augusto Pinochet, estos títulos fueron divididos definitivamente en parcelas individuales. Hoy, la mayoría de este espacio ancestral mapuche (85%) está en manos de los descendientes de los colonos chilenos o extranjeros, que se instalaron en la región hace más de un siglo atrás y, muchas veces, usurparon las tierras indígenas. El mapa representa también los sitios sagrados y de importancia cultural o histórica: cementerios (eltuwe en mapudungun, el idioma mapuche), lugares de rogativa (kamarikuwe) y los cerros que simbolizan en el paisaje la historia de los orígenes de la sociedad mapuche (xeg xeg y kai kai). El acceso a aquellos sitios, encontrándose muchas veces al interior de parcelas poseídas por personas que no son de origen indígena, resulta bastante difícil para los Mapuche. Por fin, este mapa demuestra que los límites de Chodoy se extienden sobre tres municipios del país (Lanco, Panguipulli y Loncoche), lo que pone en evidencia la inadecuación de las unidades territoriales mapuche con las entidades político-administrativas de Chile.

Este mapa fue diseñado entre octubre del 2004 y febrero del 2006, fruto de un proceso de cartografía participativa llevado a cabo por una organización regional mapuche-williche (2), el Consejo de Logko del Pikunwijimapu (3), y por las comunidades de Chodoy lof mapu. Este proyecto de reconstrucción cartográfica del territorio de Chodoy coincidió con mi propia llegada a Chile. Realizando una tesis de doctorado en geografía humana sobre los procesos de reapropiación territorial del pueblo mapuche, asumí el papel de cartógrafa. En el transcurso de los talleres de cartografía y de las salidas a terreno con un GPS, los contornos de Chodoy — que ya no eran más que un recuerdo lejano y fragmentado, mantenido por los relatos de los ancianos — empezaron a retomar forma. Les impactos de esta reapropiación de la memoria fueron inmediatos. La visualización gráfica del espacio ancestral reforzó la conciencia que los participantes tenían de los procesos históricos de usurpación de las tierras y su necesidad de justicia social. Los objetivos del proyecto empezaron entonces a tomar otro rumbo. En una primera etapa, fueron enfocados en dimensiones culturales: escribir la historia local mapuche, fortalecer el poder de las autoridades tradicionales, revitalizar la identidad y la cultura, etc. En una segunda etapa, la meta se volvió más pragmática: recuperar las tierras. En 2006 por lo tanto, contando con la legitimidad científica que la experiencia de cartografía les había aportado, los Mapuche de Chodoy lof Mapu presentaron una demanda oficial de restitución de tierras ante la CONADI (4).

Un año más tarde, el gobierno reconoció en parte las reivindicaciones de las comunidades. Sin embargo, los procedimientos administrativos complejos, reflejo de la ausencia real de voluntad política del gobierno de cumplir con su deuda histórica hacia los Mapuche, pueden en cualquier momento debilitar la capacidad de las comunidades de recuperar sus tierras (5).

Más allá del contexto de Chile, este mapa nos cuenta una historia universal: la de los pueblos indígenas. Los indígenas de Sur y Norte América, los Inuit, los Aborígenes de Australia y los Maori de Nueva Zelandia son todos pueblos (pero no los únicos) que hoy se apoderan de la representación y de las herramientas cartográficas occidentales. Convencidos del «poder de los mappas» — para retomar la expresión famosa de Brian Harley (6) — buscan reafirmar su geografía y su historia, negadas o silenciadas por los Estados-naciones, y reivindicar sus derechos sobre la tierra. Y de hecho, en las últimas décadas, la producción y el uso de la cartografía han realmente permitido a numerosos pueblos y comunidades indígenas resforzar su identidad y su cultura tanto como las estructuras sociales y políticas propias. Además, les ayudó en obtener compensaciones económicas de parte de empresas y Estados, demarcar sus territorios y resolver conflictos de tierras o relacionados con el control de los recursos naturales. Por fin, existir en los mapas permite a los pueblos indígenas salir de los márgenes discursivos en los cuales han sido relegados por la colonización. Al mismo tiempo este proceso contribuye a traducir parte de los saberes geográficos orales de los pueblos indígenas - generalmente despreciados o ignorados por la sociedad dominante - en formas de conocimiento mejor reconocidas, por el hecho de mobilizar los códigos y los estándares de la ciencia cartográfica occidental.

Sin embargo, el uso de la cartografía occidental por los pueblos indígenas trae ciertas ambigüedades. Por ejemplo, el hecho de inscribir límites fijos e «irréversibles» en una representación gráfica puede representar una fuente de conflictos entre communidades, puesto que históricamente, en las sociedades indígenas, estos límites eran más bien fluidos y negociables, o constituyendo zonas de transición o de uso compartido. De hecho, para los pueblos indígenas, reivindicar y mapear sus territorios implica hacerlo asimilando los paradigmas territoriales del Estado-nación moderno, es decir centrados en la existencia de entidades homogéneas y exclusivas, que muchas veces coinciden mal con las territorialidades más flexibles y estructuradas en redes de la sociedades indígenas. Por fin, la movilización de modos de representación cartografíca occidentales para dar cuenta de los conocimientos geográficos de tradición oral de los puebos indígenas puede inducir a una pérdida de información y a una decontextualización social de ésa. Otros ejemplos podrían ser invocados. El más elocuente es sin duda el de «México Indígena», un proyecto de cartografía participativa realizado en México por geógrafos americanos de la Universidad de Kansas y financiado por el ejército américano (7). En enero del 2009, organizaciones indígenas del Estado de Oaxaca denunciaron lo que consideran como un intento de “geopiratería”, es decir la colecta y el uso de información geográfica sin el consentimiento libre e informado de las comunidades (8). Desencadenaron una polémica al interior de la comunidad mundial de los geógrafos al respecto de la responsabilidad ética de éstos en las investigaciones que involucran a comunidades indígenas. También evidenciaron los efectos perversos de la cartografía participativa, cuando está utilizada para fines de inteligencia militar (9).

En definitiva, mientras la cartografía de los territorios o de las tierras indígenas se vuelve un tema de actualidad para nuestra disciplina (10), los geógrafos deben cuestionarse sobre sus prácticas y superar el papel que jugaron en la conquista y la colonización europea. ¿La producción y el uso de las herramientas cartográficas que los geógrafos van difundiendo en las comunidades indígenas están realmente favoreciendo la descolonización de los territorios indígenas? ¿Se puede, en ese sentido, hablar de cartografía poscolonial? ¿O, al contrario, la participación de los geógrafos en proyectos de cartografía participativa en contextos indígenas contribuye a implementar nuevas formas de colonialismo y de imperialismo? Estas son las interrogaciones planteadas por un mapa como el de Chodoy lof mapu. Las respuestas no son para nada evidentes y el debate está solamente empezando. Dependerán también, por un lado de la capacidad de los pueblos indígenas de apropiarse de las herramientas cartográficas y de utilizarlas ellos mismos, tieniendo sus propios expertos y técnicos, y, por otro lado, del desarrollo de las relaciones globales de poder. En efecto, en un contexto de dominación política, de par en par desfavorable para los pueblos indígenas, uno debería preguntarse quiénes, al final, son los que controlan y sacan partido de la información geográfica.

Irène Hirt

Notas

1. Los lof mapu son las unidades de base del sistema de organización territorial de la sociedad mapuche, correspondiendo al espacio de pertenencia de la familia extensa. Los Mapuche son el pueblo indígena más importante de Chile. Según las fuentes, representan entre 4 y 10% de la población total del país.

2. Los Williche, “gente del sur” en mapudungun, constituyen una entidad regional mapuche.

3. “Logko” y “Pikunwijimapu” son palabras mapuche que significan respectivamente “cabeza” o “jefe” y “norte del territorio sur”.

4. La CONADI es la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena encargada por el Estado chileno de implementar las políticas públicas relacionadas con los pueblos indígenas del país.

5. Para un análisis detaillado del proceso de reconstrucción cartográfica de Chodoy lof mapu, cf. Hirt I. (2008), Redistribuer les cartes: Approche postcoloniale d’un processus de cartographie participative en territoire mapuche (Chili), tesis de doctorado en geografía, Ginebra: Universidad de Ginebra, 477p.

6. HARLEY B. (1988). «Maps, Knowledge, and Power». In COSGROVE D., DANIELS S., eds, The Iconography of Landscape: essays on the symbolic representation, design and use of past environments. Cambridge: Cambridge University Press, p. 277-312.

7. Cf. el sitio web de “México Indígena”: así como la página de Wikipédia sobre el proyecto: (páginas consultadas el 29.05.2009).

8. El término « geopiratería » es utilizado por analogía con la palabra “biopiratería”. Esta última fue inventada por Vandana Shiva para denunciar la apropiación, para fines comerciales, por empresas transnacionales, de los recursos naturales o généticos de pueblos indígenas y de sus conocimientos al respecto de estos recursos. Cf. SHIVA, V. (1997), Biopiracy: The Plunder of Nature and Knowledge, Boston: South End Press, 138p.

9. Mis agradecimientos a Louca Lerch a quien debo la mayoría de estas reflexiones sobre la geopiratería y sus consecuencias.

10. Para un estado del arte sobre este tema, cf. Hirt Irène (2009),  «Cartographies autochtones: éléments pour une analyse critique». In L’Espace Géographique, n° 2, p. 171-186.